Es posible que te llame la atención el hecho de que nosotros hablemos de personalizar recomendaciones y al mismo tiempo no te solicitemos ningún análisis sofisticado al efecto. Existen diversas razones para ello y todas ellas se entienden separando los distintos conceptos que pueden venir integrados dentro de la palabra análisis y que corresponden en realidad a determinaciones de distintos parámetros biológicos.
Uno de esos parámetros es la edad biológica en sí. De momento, no contamos con un test certero, uniforme y robusto para determinar la edad biológica. Existen varios tests diferentes (los más conocidos son quizá la longitud de los telómeros y el “epigenetic clock”) que, en general, muestran correlación entre sí y a su vez con la edad cronológica. Pero ninguno nos indica la edad biológica real mejor que el otro o mejor que la edad cronológica en sí. Dos personas con la misma edad cronológica arrojan resultados diferentes en estos tests. Igualmente, personas con la misma “edad biológica” tienen diferentes indicadores de salud y cursos clínicos.
Al final, de un modo más o menos exacto, sabemos que “a más edad cronológica”, obtendremos resultados mayores en estos tests e igualmente una mayor fragilidad fisiológica. Estos tests no nos informan mucho más que la edad cronológica.
Para “personalizar” recomendaciones, es cierto que hay que establecer unos dinteles al efecto (dicho de otro modo: dar unas recomendaciones por encima de unos valores en el test, y otras recomendaciones por debajo de dichos valores). Esos dinteles son orientativos y suelen abarcar edad “joven”, “madura” y “mayor”, pero presentan la misma variabilidad entre sí que puede presentar la edad cronológica. Al determinar la edad mediante un test, da mayor sensación de exactitud que mirar la fecha del documento de identidad, pero a día de hoy, eso no es cierto.
De esta manera, estableciendo los distintos grupos de edad y sus recomendaciones asociadas con la edad cronológica, te estarás ahorrando varios cientos de euros para, al final, recomendarte lo mismo que si te hubiéramos hecho incurrir en tal gasto. Pero existe una razón más, de índole pragmática: todos los usuarios de este servicio al final van a desear lo mismo: “parar” el reloj o intentar incluso que el reloj biológico “marche hacia atrás”. Esto va a ser así sea cual sea la edad biológica o cronológica, y las recomendaciones para ello (o al menos aquellas para las que hay evidencia científica) son bastante inequívocas, aunque difieren ligeramente dependiendo en cuál de los grupos de edad (aproximada, medida tanto por tiempo como por análisis biológicos) nos encontremos.
Así que, de nuevo, ¿qué función tendría un test biológico en este caso? Seguramente convendrá al igual que nosotros en que la respuesta a esta pregunta es “ninguna”.
Vayamos ahora a los análisis más comunes, los que has realizado cuando tienes una visita al médico o cuando te has hecho el chequeo anual de tu trabajo. En estas analíticas se miden parámetros como el número de glóbulos rojos o glóbulos blancos, los niveles de azúcar, transaminasas u otros valores de parámetros que traducen algunas funciones de los órganos más conocidos. Estos análisis sí que son robustos (dicho de otra manera, si una misma persona se determina el valor de glucosa en sangre a la misma hora antes de ingerir alimentos en varios días diferentes, tendrá variaciones muy pequeñas en este valor, lo haga en el aparato que lo haga). Encontrar parámetros con pocas oscilaciones fisiológicas y que tengan valor alguno como indicadores de algunos procesos concretos ha sido un proceso que ha durado decenios en la investigación médica. El número de parámetros que se van incorporando a las analíticas “estándar” es muy bajo y es un proceso prolongado (por ejemplo, hace 20 años era complicado saber mediante un análisis si una alteración electrocardiográfica correspondía a un infarto de miocardio o a otra cosa. Sin embargo, la determinación ultrasensible de troponinas, unas proteínas que se expresan en el músculo cardíaco, ha permitido contestar esa pregunta con certeza en más ocasiones. De este modo, esa determinación se ha añadido a la batería típica de enfermos con problemas cardíacos compatibles con cardiopatía isquémica. Sin embargo, demostrarlo y estandarizarlo, así como instaurarlo en distintos hospitales ha sido un proceso de décadas, implicando médicos, equipos investigadores, ingenieros, bioquímicos, sociedades de médicos intensivistas y cardiólogos, seguros médicos o sistemas sociales de salud, epidemiólogos y estadísticos entre otros).
De esta forma, lo creas o no, la mayoría de las determinaciones que vienen reflejadas en un análisis típico, pueden servir para detectar problemas muy groseros, graves, o agudos, pero, la mayoría de parámetros entre una persona aparentemente sana, y alguien a quien le resten meses de vida, apenas se distinguen o lo hacen solo en momentos de gran deterioro físico. No son parámetros buenos para la fase pre-morbida (años antes de la enfermedad), sino para monitorizar algunos parámetros una vez que alguien está enfermo.
Alguien podría argumentar que esto no es cierto, y que una persona diabética y una no diabética, o una hipertensa y una sana, se distinguen en parámetros como la glucosa o el potasio. Esto sí es así, pero en Jóvenes&Sanos no tratamos enfermedades ni somos el lugar para diagnosticarlas, para eso están los servicios clínicos convencionales.
Estas pequeñas diferencias en esos parámetros que traduzcan enfermedades concretas actuales no nos sirven a nosotros para emitir nuestras recomendaciones personalizadas más que el propio dato proporcionado por el paciente (de hecho nos es más útil que alguien nos diga que tiene ya un diagnóstico de diabetes que practicarle un análisis puntual en el que observemos la glucosa elevada; el diagnóstico de diabetes requiere de varias determinaciones). Así, de nuevo, con los datos clínicos que conozcaz sobre ti mismo (con las contestaciones que nos has dado cuando te preguntemos sobre una serie de enfermedades crónicas, autoinmunes, u otras), nos da mucha más información sobre ti que los análisis más comunes.
De nuevo, nuestra aproximación intenta ser pragmática y económica. Los análisis no nos cambiarían la información con respecto a lo que nos digas sobre ti mismo. Por otra parte, nuestro pragmatismo nos orienta a sugerirte las indicaciones que, siendo seguras, asuman el estado biológico sobre tu envejecimiento más avanzado de acuerdo con lo que has contestado en el cuestionario, ya que nuestro objetivo es detener o revertir al máximo ese estado. Así que, de nuevo, la pregunta es la misma: ¿Aportarían algo para esta pregunta los análisis más convencionales? Creemos que, a estas alturas, ya sabes la respuesta.
Restan, así, las analíticas más “sofisticadas” por las que en algunos casos los comercializadores de las mismas realizan reivindicaciones tales como detectar de manera precoz algunas enfermedades, definir el riesgo concreto que a lo largo de tu vida puede tener de desarrollar unas u otras patologías, tolerar o no algunos alimentos y otras aseveraciones parecidas.
En este tipo de analítica es donde vislumbramos más futuro, pero en la mayoría de los casos, la confusión es doble. Por un lado, es todavía problemático definir en concreto qué están midiendo algunos de estos tests.
Un claro ejemplo, y probablemente tú ya te hayas hecho alguno de ellos, es el de las intolerancias alimentarias. Para “diagnosticarlas”, algunos tests hablan de la posibilidad de desarrollar alergias a los mismos; otros hablan de si el alimento concreto va a desencadenar o no molestias intestinales; y un tercer tipo tratan sobre la tendencia de un alimento u otro a generar problemas médicos de diversa índole como diabetes, hipertensión o “inflamación”. Obviamente, no están midiendo los mismos parámetros. Por si fuera poco, lo que miden, muchas veces, no encaja en un cuadro clínico definido dentro de la medicina clásica actual.
Además, en ocasiones, cuando se habla de “intolerancia” (sea del tipo que sea) a un alimento concreto, puede ser a un componente específico de los cientos que hay de manera natural en ese alimento, o peor aun, de los que pasan a este alimento tras su procesado (añadiendo heterogeneidad al test, ya que pacientes expuestos a un tipo de procesado pueden mostrar sintomatología y pacientes ingiriendo el alimento “nativo” no experimentarlo).
Esto sucede, por ejemplo, con la alergia a los cacahuetes o la intolerancia no celíaca al gluten, en la que parece que tiene que darse tanto un deterioro del microbioma como la exposición del trigo a ciertos pesticidas, hechos que no están considerados de manera conjunta en ningún test.
Muy probablemente, si te has hecho alguno de estos tests y posteriormente has acudido a una consulta médica con ellos, el doctor en cuestión te haya transmitido que esos test “no sirven para nada” sin mucha más explicación. Probablemente terminen por servir para algo, pero hará falta definir cuadros clínicos concretos, estandarizar las determinaciones, y considerar tanto determinaciones en el huésped (tú) como en el ambiente (los pesticidas, tu microbioma, etc.).
La segunda parte de la problemática son los tests que indican una serie de posibilidades sobre padecer en el futuro una enfermedad u otra. En general, estos tests desconciertan al usuario: si alguien recibe un resultado de que tiene un 35% de posibilidades de desarrollar artritis reumatoide, ¿significa que la va a padecer o que no la va a padecer? Pero más importante aún: ¿qué se puede hacer para prevenirlo? ¿debo prevenirlo? ¿es la prevención inocua o tiene efectos secundarios?
Obviamente aquí ya intervienen muchos factores a tener en cuenta y en general la medicina actual, salvo con marcadores muy específicos (como por ejemplo personas que tienen la tensión alta, colesterol alto y fuman) es reacia a tomar medidas preventivas antes de que la enfermedad sea evidente (en este caso, bajar el colesterol, la tensión, y abandonar el tabaco, para evitar que el paciente sufra un infarto de miocardio).
Pero, ¿Qué sucede en el caso de enfermedades autoinmunes? ¿Se podría dar un inmunosupresor, con todo el riesgo que conlleva, a una persona que tiene un 35% de posibilidades de desarrollar artritis reumatoide, si el fármaco puede desencadenarle un cáncer o una infección mortal? ¿Va a reducir la posibilidad de que presente finalmente la artritis reumatoide? ¿Dónde ponemos el punto de corte, en 35% o en 80%? Estas preguntas aún no tienen respuesta.
Más complicado aún es cuando los tests arrojan resultados de enfermedades que a día de hoy carecen de tratamiento, como los pacientes que testan positivo en el alelo APO-E4, que les vincula a una alta probabilidad de desarrollar deterioro cognitivo asociado a la edad, patología que carece de tratamiento hoy día.
Todo esto unido a que unos tests determinan dichos riesgos o intolerancias midiendo unos genes y marcadores, y otros test usan marcadores y genes con distinta capacidad predictiva, lo que hace muy difícil integrar, y utilizar los resultados de tales tests en la actualidad. Pero esperamos que todo llegue.
De este modo, siendo estos tipos de tests los más caros, de nuevo creemos que parece claro que tampoco es por aquí por donde obtendremos la mejor información sobre ti (sí obtendríamos información genética, pero no “accionable”, es decir, no podríamos utilizarla para cambiar las recomendaciones que vamos a emitir en tu caso, al menos a día de hoy).
Por tanto, en función de las respuestas a tu cuestionario, intervenimos con todo aquello que, siendo seguro, combata lo mejor posible el proceso biológico del envejecimiento. Esto puede, y en muchos casos de hecho lo logra, retrasar las enfermedades asociadas a la edad, pero obviamente no es una panacea y no logra que nadie sea inmortal.
Si desarrollas síntomas de una enfermedad cualquiera, después de comenzar con nuestras recomendaciones, debes de acudir al médico como lo harías normalmente. Nada de lo que hacemos nosotros debería de interferir con los tratamientos que te proporcione, dado que en última instancia se trata de dietas, complementos, suplementos y modificaciones del estilo de vida. No son tratamientos específicos contra enfermedades concretas, que son, a su vez, la expresión final de la interacción entre tus genes y tu estilo de vida. Nuestras recomendaciones optimizan el desempeño de tu carga genética, aprovechan el ambiente y la cooperación con su microbioma, y van encaminadas a mejorar tu bienestar, disminuir probabilidades de enfermedades comunes, y alargar tu vida sin deterioro orgánico, que es distinto de tratar enfermedades establecidas.
Por último, existen algunos procesos relacionados con el envejecimiento para los que de momento no existen determinaciones de laboratorio estandarizadas, tales como la fuga de fragmentos bacterianos de tu microbiota a través de la barrera intestinal o el estudio del grado de senescencia celular. Es posible que en un futuro próximo tales tests existan y podamos asignar recomendaciones más específicas, con un coste adicional, para tu caso concreto. Todo lo que le recomendaremos simplemente asumirá el máximo grado de avance biológico del proceso de envejecimiento para tu caso y características específicas. Por tanto, tal y como hemos dicho tales recomendaciones son inocuas, y este manejo “de máximos” es lo mejor y más comprensivo que se te puede asignar en el momento actual.
Conseguiremos lo máximo que se puede conseguir a día de hoy sin control médico directo, con el máximo grado realista y pragmático que se puede conseguir de personalización. Más allá de lo que nosotros recomendamos, existen dos medidas que parecen contribuir al enlentecimiento del proceso de envejecimiento: tratamiento con metformina y tratamiento intermitente con rapamicina. Ambas son medicaciones que se obtienen bajo prescripción y que requieren control médico. Tales medicaciones sí requieren controles analíticos periódicos, pero lo que encontrará en nuestro plan personalizado puede llevarse a cabo sin visitas médicas. Contacte con nosotros si desea saber más del tratamiento con metformina o rapamicina intermitente.